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estrofas perdidas
................. prologo
estrofas perdidas
................. viento, canción y sombra
................. color, vida y tragedia
................. recuerdo, sensación y paisaje
................. leyenda, carta y rima
................. realización de la obra
prólogo
A veces me parecía percibir el aire bucólico de los poemas, especialmente al viajar y conocer sitios donde pudieron inspirarse los autores, pero en su momento no escribí nada, todavía no pensaba que pudiera hacerlo. Si hubiese escrito, seguramente aquellos versos estarían marcados por el influjo de los poetas que yo rememoraba. En Estrofas perdidas recupero aquella atmósfera en la que evoqué diversa poesía.
La estructura del libro son cuatro dedicatorias, independientes, cada una con poemas inspirados en la obra y estilo de un poeta determinado; encontré similitudes con mi propia experiencia, y en base a ello se desarrolla el texto. Al final expongo el comentario de cómo las realicé, los planteamientos, viajes, cambio de planes, etc.
Siempre he sido autodidacta, evitando influencias, en busca de estilo personal, aunque en esta ocasión muestro justo lo contrario al igual que sucediera en Ensayo con piel de comedia. Espero haber encontrado el equilibrio en ese sentido, pudiéndose ver en Estrofas perdidas la originalidad y autenticidad, basada en el acercamiento a ciertos autores.
viento, canción y sombra
Sentí emoción al entrar en la casa natal del poeta, no había casi nadie y pude visitarla tranquilamente, no voy a dar detalles descriptivos del lugar, simplemente me dejaba llevar por la imaginación y percibía impresiones que me trasladaban a otra época, de cuando la guerra, y no pudiendo evitar pensar en la tragedia que se cernió sobre él, mejor comprender que la vida sigue.
En la parte de atrás está el huerto, casi ascendiendo por la ladera de la montaña, con juegos de sombras debidas a las ramas y el sol del mediodía, y ese aire afrutado, recogido entre las cuatro tapias que lo cercan.
Aroma de limonar
seña de mi identidad.
Si en el cielo
limón solo,
un lucero
amarillo
obtendré;
si en el saber
alquimista
piedra es
filosofal,
pues me da
El Dorado
cuando hay
oscuridad;
si en el vaso
exprimido
ese jugo
yo bebiera,
alcanzaré
en las olas
la espuma
del mar.
Aroma de limonar...
(VARIACIÓN DE ODA AL LIMÓN)
Orihuela es tierra de limonares, aunque en este huerto hay otra especie que compartía velada cuando el poeta componía.
Árbol frutal de higuera acompañada
en las tardes de cigarra
prenden agria y dulce amarra
carnal, agreste, amada.
No miraba nadie, cogí un higo maduro y lo envolví en una hoja caída, y me lo guardé, pues en ese momento decidí visitar la tumba del que al pié de esta higuera escribía, y dejárselo en honor a su memoria. Aproveché, ya que está al lado, y entré en el “Centro de Estudios”, un edificio moderno que se dedica a la obra de este vate y en el que se exponen fotografías y otros documentos que versan sobre su vida y obra, todo ello con muy buena presentación de cara al público.
Al día siguiente fui al cementerio de Alicante; previamente la tarde anterior estuve informándome en los libros de la biblioteca para saber en dónde estaba enterrado, y también por internet, y finalmente para no extraviarme ojeé el mapa. No me resultó fácil encontrar el cementerio; una vez allí, con incertidumbre dada la gran extensión y falta de indicaciones, sin tenerlo muy claro comencé a divagar siguiendo las directrices que tomé de referencia. Encontré el nicho y me llevé una decepción: la losa que lo tapa estaba destrozada, ahora cerrado simplemente por un tabique enlucido en el que habían escrito a lápiz su nombre. Dudé que estuvieran allí los restos mortales pues los demás nichos no presentaban mejor aspecto y parecían abandonados, alguno estaba abierto y vacío, y pensé en marcharme tal y como había venido.
Guardando el lugar, a pocos metros, la estatua de un Cristo Crucificado me retuvo unos instantes para orar por el eterno descanso de las almas; al pié de la imagen dejé la ofrenda que traía, lo cual me pareció lo más apropiado, y antes de irme volví la mirada hacia aquella sepultura destartalada, que al verla tan ruinosa debió causarme una mezcla de pena y rabia contenida.
La libertad muere callada
por eso rechina entre los dientes
alza firme la mirada
y aprieta el puño del valiente.
Cuando está perdido el frente
su voz resuena en la nada.
Al mirar por el retrovisor cuando me alejaba en la carretera, sentía que dejaba atrás un poema inacabado, y la visión cada vez más pequeña del camposanto significaba la insalvable distancia del tiempo que no se detiene. Pero venciendo al olvido, años después de aquella despedida, desperté del letargo en la noche de invierno con unos versos; desafío era al limbo si algo me empujara a escribirlos.
Es el barro en la trinchera
magisterio de fiereza:
sufrimiento, penuria, dolor
son de su ciencia ramas.
Pero en esta opresión que carece
de combates y batallas
la indignación es cuanto queda
donde bravío el coraje se aferra
cuando te hieren en el alma.
Libertad idealizada belleza, adorable visión, ahora que el frío ha llegado con blancura de nieve, la noche de recogimiento larga velada de hastío, tras la ventana enrejada oscuro se cierne el presagio de despedida, en el recuerdo los días de sol que llenaban de luz cada bucle en la espesura de tus cabellos, y en aquel romancero estabas presente, canto de admiración, de amor y de vida; yo ausencia, penumbra y olvido.
Decidme en el alma ¿de quién es la libertad? es del que se pierde en los caminos tanto como del que guarda su hogar, del que fracasa ignorado como del que triunfa entre el clamor, del que naufraga y el bien avenido, del sedentario y el descubridor; pero nunca del tirano que se apodera de la voluntad de un pueblo, ni de los sicarios que son el látigo opresor, ni de los especuladores siniestros que nos reducen en la ignorancia como animales de labor, y sirvientes de la arrogancia. En libertad sea mi pensamiento y pueda vivir en paz, romper el yugo del castigo inmerecido, y que conserve en la memoria aquella estrofa de juventud:
Hay versos aunque bellos, traicioneros
se anudan en la garganta
y otros terribles pero verdaderos
¡para decir en voz alta!
color, vida y tragedia
Ciudad sepultada bajo la nube, losa de niebla que en fondo gris encierra el destello de la rivera, ahora sin brillo de plata gélido cauce, manto sonoro de notas sin aire, como a destiempo desde la noche de luna nueva, mientras la vega recoge el sonido de la campana que distante repica.
Silencio, luto sagrado
agua del Guadalquivir
surge de calmas laderas
lento presagio del fin
presenciaron sin quererlo
el delito más ruin:
quienes no admiraban
del ingenio el perfil
tendieron emboscada,
querían verle morir.
Las nubes desde el cielo
traen reflejo carmesí
y el arroyo de este bosque
-lágrimas de ti y de mí-
hacen que en la estepa sea
profundo el Guadalquivir.
Epitafio sin requiebro
en recuerdo varonil
si de su voz suena el eco
en las noches de alelí
verso bañado de luna
con aroma de jazmín:
“cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris...” (difuminándose)
(VARIACIÓN DE MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO)
El recuerdo y la oración (silencio); aunque nos parezca injusta la historia, el mundo no deja de girar y mejor es mirar el nuevo día con entereza.
Al otro lado del cristal
palmera y manto de jade
saeta al vuelo del ruiseñor
es viva nota en el aire
el trino melódica voz
sus giros cambios modales
cuando se posa es el amor
que anida entre los ramales
donde levanta la pasión
árbol noble, cuerpo carnal
rama desnuda que espera
colores de primavera.
En la tarde se abre el cielo mientras el blanco puro de la montaña desciende hacia la vega, fundiéndose el sólido tono en el cristalino espejo que recuperó su transparencia.
La distancia crece en un sentido y mengua en el otro según avanzo en la carretera, hacia el desierto que llega hasta el mar. Volcanes sumergidos, erupciones antiguas y el cincel de la erosión han esculpido este árido escenario, si atraído por la emanación de la tierra me adentro en los montes lunares, y veo la representación teatral de la propia existencia:
El camino de la Serrata, ráfagas de viento frío me estremecen, luz de luna; la sombra animada de la vegetación mecida es murmullo de voces, acalladas por el grito del aire. Aire del que un día respiró el amor sincero, aire que es ahora un suspiro, aire que se lleva el viento como hoja caduca, y va a la cima donde la visión de dos amantes abrazados recorta el contorno:
- ¡Vida mía! ¿vienes?
- Siempre contigo, corazón
Como soplo de viento
que nació del romance
se fundió con el aire
al hogar de este valle
esplendor de volcanes
de paredes y cauces
secos y espectrales.
En la tierra germina
el dolor y la sangre.
¡Ay! Sentencia final
en la roca plateada
de frío influjo lunar
y la muerte acechaba,
laberinto en la noche
con destello del alba
la navaja de hielo
en el torso clavada.
Vida que amor abraza
el destino arrebata.
Se esfuma la imagen venida del pasado, vano intento recuperarla en el recuerdo, como la llama que prendiese desde el fondo de mi ser, pero gélidas las estrellas el olvido me dejan, y el eco que no cesa, lamento del querer. Luna, Luna, lúbrica y pura, testigo fuiste de aquella pasión ¿dónde la felicidad halló cobijo, dónde el amor sobre la ira triunfó? En esta tierra cruce de caminos, son de la vida erial áspero y compasión.
Si en la noche tu reflejo
fue luz que ninguna estrella
pudo al buen amor alumbrar,
es también manto de escarcha
que sobre dos corazones
cubrió sin dejar que el claro
fuese vida, sino muerte
y el quebranto que en el aire
perdido ya para siempre
sordo lamento es.
En la sombra quedó el cuerpo sin alma
mas otra en su seno la cobijó
eran dos enamorados unidos
vivieron extraño sueño de amor,
quedó en la tierra penitente espera
ante el eterno altar que los unió.
Retrocedió la mar, las rocas descubiertas por el influjo lunar mostraban secretos laberintos, y los destellos pulsantes de las olas en el horizonte parecían al cielo clamar, mientras en la grama las flores abiertos sus pétalos, orando en silencio están.
recuerdo, sensación y paisaje
Hubo una guerra
de barquitos de papel
páginas por campos de batalla
los renglones trincheras cavadas
alambres de espino
parecían palabras.
Desde el fortificado parapeto
frente a frente, cuerpo a cuerpo
veo la sangre del caído
teñir la estepa yerma de vida
como tachón sobre el lienzo
estéril de muerte escondida.
El puño aferraba la espada
de tajo certero bravía,
quimera invisible malvada
siempre a la carga volvía.
El reverso de esa tragedia
ya sin color, encriptada
guarda una firma ausente
de indeleble tinta trazada.
Quienes cantaron victoria
les tembló la voz
se quedaron sin poetas,
la lira enmudeció.
En los páramos desiertos, en la alegre capital, en la escarpada montaña manantial buscado de felicidad, dejé mis huellas sin mirar atrás. Si la hubiere hallado, llevarla siempre conmigo quisiera y cuando con el tiempo la madurez se presentara, tornase en devoción mi amor mas el destino me separó de ella, y nunca he dejado de soñarla.
Vida mía yo te amé
desde el fondo de mi alma,
tu hermosura adoré
raudal intenso de luz
en mi oscuridad fue alba.
Aquel olmo viejo es ahora el fin del camino, tan lejos florecía abril, pero no hay en mi pensamiento sombra que empañe el recuerdo, que en mi alma perdura el aire de los campos de Castilla, donde gocé de las flechas de Cupido, donde volvió a mí la soledad y las conversaciones conmigo mismo, esperando ser escuchado por quien me quisiera escuchar.
La cumbre nevada en primavera
seco el páramo, la sierra pelada
y de la fría noche agreste el campo,
en la tierra duerme aún la semilla
de la que brotará el tallo mañana,
y para hacer camino es preciso
llevar bufanda y capa.
Entre las ondas del monte se pierde
la figura del viajero en la tarde
los llanos de oro y lomas plateadas
donde el ave domina la cañada
desde lo alto del cortado violeta,
y en el ocaso el campo es cubierto:
crecen las sombras plomizas que vienen
de cumbres solitarias.
Álamo dorado, muralla vieja
chopo de río que en su corteza
grabada quedó del amor la historia,
ramas antes de ruiseñores llenas
hoy suena sólo el pisar de hojas secas
y el lento arar de la yunta en la siembra
bajo la nube en llamas de poniente,
agria melancolía que he de conservar
en el fondo de mi alma.
Nieve arremolinada, sopla el cierzo
cruza el páramo blanco y desierto,
la carretera quedó sepultada.
Un hacha empuñada cortó el leño
es cuanto se oyera bajo cubierto
dentro, la joven sueña del roquedo
lo que a la mayor es parte del recuerdo:
la verde primavera.
¡Soria de paz y tormento
Soria de voz y silencio!
Guerrera en tierra abrupta
ganó en buena lid la justa,
mas quedó escrita la historia
en la piedra del escudo
es valor en la memoria
que al cantarlo perduro;
sean estos páramos yermos
el recuerdo que yo quiero
aires de un tiempo eterno
en las orillas del Duero.
(VARIACIÓN DE CAMPOS DE SORIA)
En esa juventud el anhelo vivió, ahora sombra de algún “te quiero”, retiene el eco en mi memoria, pues tanto aún deseo, que el amor no tiene fin cuando de escucharlo nunca dejo, y en los requiebros del camino quedaran extravíos y tropiezos.
Abrazo en la distancia, con felicidad de niño, el espacio que dejaste para los ojos míos, y puedo escucharte y hablar de nosotros, dejar de añorar el tiempo perdido, y pensar que este presente es más valioso, que puedo buscar la claridad del día sin el pesado lastre de la oscuridad pasada, y aceptar con grata sonrisa cuantos dones alegren mi destino.
leyenda, carta y rima
“He dejado la moto aparcada frente al hostal; tanto la habitación como los pasillos dan aspecto antiguo, algo desvencijado, y se que yo soy el único huésped esta noche; pero también se que de ninguna manera tengo que dormir al raso bajo la luna llena, porque la niebla del lugar camufla las animas de la oscuridad, duendes y seres sobrenaturales igualmente pueblan estos parajes, y el indefenso viajero nada puede hacer para librarse de los hechizos macabros, porque en esta ocasión me encuentro a los pies del Moncayo.
Esta misma tarde llegué por primera vez a la comarca, atraído por las leyendas de las que tuve conocimiento meses antes, y con juvenil curiosidad me resulta irresistible averiguar qué hay de cierto en ellas, o si puede haber algún fundamento que induzca a creer en tales historias. Quise subir a la cima pero me extravié en el intento, además me entretuve observando los juegos de luz que se forman a través de las ramas de los árboles del bosque, como queriendo adivinar gnomos de lo que simplemente eran troncos secos y piedras, y así me cogió el ocaso dándome más cuenta de ello por la repentina bajada de temperatura, que no por ser consciente de la alta hora que era para andar a solas por aquí, sin tener previsto ningún sitio donde pernoctar.
Desde la ventana del dormitorio puedo vigilar mi montura, iluminada de lejos por la única farola encendida. El señor del hostal parece muy mayor, quizá vive solo y se encarga de atender el negocio sin ayuda de nadie, tampoco parece que venga mucha gente a este sitio, en un valle perdido que bien pudiera ser el Monte de las Ánimas, tan apartado del bullicio de la civilización a la que estoy acostumbrado, y esto aumenta la sensación de haberme trasladado a otra época. La campanada de la una la escucho cuando todavía no he logrado conciliar el sueño, aún sigo pensando que entre aquella espesura está la respuesta de los seres ocultos que forjaron esos relatos misteriosos, y que viven sin ser descubiertos, dejando solamente a la fe del poeta el retazo sublime de su existencia.”
Queridos amigos: sería alrededor de 1985 la fecha del suceso anteriormente narrado, cuando leí los misteriosos relatos, que me despertó la curiosidad, o tal vez fuese algo más que eso, como una irresistible tentación por conocer la Sierra del Moncayo. Entonces no era muy viajero que digamos, pero aquella aventura resultaba demasiado atrayente y me preparé para la ocasión, lo cual volví a repetir meses después y ya no pasé por allí en muchos años. Seguramente perdí el interés al no encontrar ningún ser sobrenatural, y no me importa reconocerlo aunque haya quien piense que son ideas de loco, porque la particularidad de este monte, aislado de otros, prominente sobre la meseta, le confieren tanto por el clima como por el paisaje un ambiente singular. Y puede que sea solamente en ello donde se encuentre el misterio que dio lugar al mito, con lo cual tuvo algo de sentido mi afán investigador.
Yo apenas leía y tímidamente me asomé a las Leyendas, pero fueron las Rimas lo que más me atrajo, teniéndolas como un ejemplo a seguir: escribir con lo físico, con el sentimiento y con alma, y pretender algo sublime. Por eso no me atrajeron las obras extensas, porque hay que prescindir de esencia y cambiar de actitud en ese sentido, aunque no oculto que la verdadera razón es mi falta de concentración cuando afronto cualquier obra literaria, sea de la extensión que sea. No obstante no digo que de ese agua no beberé, pero sigo prefiriendo hoy por hoy los versos:
Al llegar la hora del sueño
y en su blanca luz viajaras
reflejándose en tu rostro
feliz acaso la añoranza,
si pudiera saber de ella
y si fuera yo la causa
estando en el dulce cielo
adoración que me embarga,
¡ten, vida mía
por eterno
el alma, la fe
pasión y credo!
Al brillar en tu pupila
de un pensamiento el destello
y brotara dulce y tenue
en tu sonrisa el gesto,
si estuviéramos a solas
y se detuviera el tiempo
y arrebatara de tus labios
la extraña magia del beso
¡ten, vida mía
por anhelo
la luz, el aire
la vida, el verso!
Al escuchar en silencio
las ramas mecerse al viento
como el eco indescriptible
de un callado pensamiento,
si en tu mente me tuvieras
apreciado el recuerdo
corazón que cobijara
tanto como yo te quiero
¡ten, vida mía
por excelso
el amor
y profundo sentimiento!
(VARIACIÓN DE RIMA 31)
Mantenía en secreto las estrofas, esporádicas, imprevistas e inevitables, poesía extraña que afloraba cual pequeña laguna del páramo yermo, distinta del incesante manantial de montaña que fluye bajo la sombra de los enebros, agua que resbala sobre la roca para formar el cristalino eco que inunda la espesura y colma de paz al paseante, tal fue mi añoranza. Lagunas aquellas que al tiempo formaron una sola, profunda y plateada.
La luz del Sol reflejada en la Luna, la Luna reflejada en el lago, y en el lago mis ojos de perdida mirada, soledad que se desvanece en las ondas del agua, fundiendo nuestras imágenes en una. Sol eres en mis días, en noches de embrujo luna de Arabia, princesa cuyo translucido velo descubre la belleza de su rostro, seductora invitación.
Cambié la estepa castellana por los aires del sur ¡tan diferente la temperatura de color que se desgrana del paisaje, tan exacta similitud en el espacio que envuelve los sentimientos! Pasó el tiempo en la inexorable rueda que nunca deja de girar, ayer la ninfa se escondía tras la arboleda y desde la invisibilidad el susurro del viento traía su canto, ahora un ramo de azucenas alberga apenas el recuerdo añorado. Pero no todo ha de ser melancolía.
Al verla de nuevo todo cambió, supe que me quería, yo le demostré mi amor. Y así ha de ser el destino de los enamorados, adorando la hermosura, viviendo la felicidad, y dando gracias por estar unidos, ser el uno para el otro, entregados en lo bueno y en lo malo, mientras el vuelo de las golondrinas que aprendieron nuestros nombres, en el aire siluetas vuelven a dibujar.
(fin de la obra)
Cuando tenía alrededor de veinte años de edad y salía en moto con los amigos, empezó a sugerirme algo especial visitar lugares de los que tenía conocimiento por los libros de historia, o que fueron nombrados en obras literarias, y que en tales ocasiones bien pudiera yo haber escrito poesía inspirado por el ambiente del momento, de ser poeta. Aún no se había despertado mi interés como autor, y solamente componía estrofas sueltas, de forma esporádica.
Con el tiempo volvió a repetirse la circunstancia, al visitar lugares donde los poetas vivieron o que evocan en sus cantos: era como querer ver lo mismo que aquellos, como si hubiera algo intangible que pudiese captar. Y fui olvidando el asunto. Si no ha sido demasiado tarde para recuperar la lejana sensación, retomé la carretera para volver a los sitios donde pudo saltar la chispa, que a lo más prendió en escasos versos, recuperados también para esta ocasión.
Estrofas perdidas es como un regreso a mi pasado, con el aporte de la experiencia adquirida. Además revisé la vida y obra de los autores tratados y anduve de nuevo por aquellos lugares que me resultaban sugerentes: me pareció un buen motivo para emprender la composición que ahora presento. Mi intención fue realizar un poemario inspirado en situaciones anteriores recorriendo la península, las cuales me resultaron evocadoras.
La compuse en dos periodos de tiempo; en el primero realizo todo el grueso de la obra, desde finales de 2010 hasta mayo de 2011, fecha en que abandono provisionalmente. No podía continuarla, dejando a medias la última dedicatoria. El siguiente autor que tenía en mente era Espronceda; poco después, en el mes de julio, inicio Año luz en la que algunos episodios se sumergen en su atmósfera sin haberlo buscado específicamente, y también en la de otros autores en los que encontré fuente de inspiración. A principios de 2013 retomo el poemario, corrijo parte de lo realizado anteriormente y termino lo inconcluso. Me costó volver a tomarle el pulso a la obra, algo a lo que he tenido que acostumbrarme en otros trabajos.
Pretendía continuar con más autores, dando un salto en el tiempo y trasladarme a los poetas místicos y también los guerreros, pero no encontraba suficiente empuje: aunque me atraía la idea, me veía forzado, o que debía dejarlo para otra obra diferente, con otro planteamiento. Finalmente dejo las cuatro dedicatorias solamente, y concluir la obra, justo con la llegada de la primavera.
1ª dedicatoria Miguel Hernández; viento, canción y sombra
Recuerdo en el colegio cuando en clase de literatura se leyó el poema Con tres heridas; resultó ser revelador para mí: la síntesis de la idea en pocas palabras. Aquella asignatura la daba el profesor de matemáticas, pero era honesto y supo transmitir el valor de aquel poema, el cual refleja la idea algebraica de alterar el orden de factores y reducir la expresión hasta despejar la incógnita. De alguna manera es mi forma de escribir: busco el mayor significado sin extenderme.
En aquella edad juvenil, sería alrededor de 1980, escribí la estrofa “hay versos aunque bellos, traicioneros...” la cual añado al final de la dedicatoria. La idea de caracterizarme en otros autores ya la tenía, aunque nunca lo avancé, preocupado más en desarrollar estilo propio. Aquellos versos juveniles los fui anotando en hojas sueltas que guardé, y de los cuales me serví para el primer poemario Cadencias de amor y poesía que compuse con 38 años cumplidos.
En 2004, con 40 años de edad, visité la casa natal del poeta y después el cementerio, tal como lo cuento en la dedicatoria, recibiendo in situ en ambos sitios inspiración de la que surgen un par de estrofas: “árbol frutal de higuera acompañada...” y “la libertad muere callada...”, que comparten el aire característico del estilo del autor. Aquél fue un amago, un fallido intento de esta obra, y servirá este episodio de Orihuela como inicio.
Pasa el tiempo, el esbozo permanece guardado, otros asuntos afronto, como artículos de opinión y filosofía, exámenes de conciencia, escribí La conciencia y el Diario contemplativo: me fortalecía espiritualmente. Padecí acoso organizado, con un periodo de amnesia y de completo desinterés en ser autor. Transcurre 2010 y recupero la intención compositiva; escribo Ensayo con piel de comedia donde imito intencionadamente a los clásicos Cervantes, Lope de Vega y Quevedo; al concluirla, empujado por la inercia, me planteé tratar sobre Hernández y García Lorca; busqué aquellos apuntes anteriores, y he seguido escribiendo de puño y letra para mantener la unidad, aunque no se de cierto si afectará en algo escribir así o en el ordenador.
Estrofas perdidas la comienzo en diciembre de 2010, sin tener muy claro como enfocarla. En principio mezclo demasiados temas: lo poético junto con razonamientos sobre la libertad, la guerra, la tiranía, etc. y me atasqué; según avanzaba me replanteé el esquema y lo centré en algo más íntimo y personal. Durante ese invierno compuse la dedicatoria y empecé la siguiente, que aunque pueda parecer poco productivo, debo decir que tenía compromisos ajenos al libro y que esta manera de componer requería atención especial: captar la atmósfera adecuada.
2ª dedicatoria Federico García Lorca; color, vida y tragedia
Hoy en día es sencillo para el turista acercarse en avión a muchos sitios, más difícil es disponer de tiempo libre y dinero para realizar todos esos sueños, ya que para más de un viajero no se trata simplemente de salir de fiesta y disfrutar de unos días de asueto, sino de alimentarse, en un enriquecimiento interior, de nuevo conocimiento.
Después de haber cruzado el océano varias veces y conocer cosas espectaculares dignas de mención, confieso que mis más entrañables viajes son los que hice por la península, tanto en coche como en moto, y creo recordar que fue viniendo desde la Alpujarra la primera vez que llegué a la capital del antiguo reino andalusí.
En aquella ocasión, pudiera ser el mes de junio, quise atravesar Sierra Nevada por una pista forestal que sube próxima a las cumbres; entonces el tráfico no estaba cortado, era en 1992, yo tenía 28 años, pero a pesar de ascender casi hasta culminar el puerto, un nevero atravesado en el camino lo hacía impracticable y tuve que dar media vuelta, prosiguiendo por carretera. Cada vez que estuve en Granada me interesé por lugares relacionados con el poeta, quizá me sentía inspirado, pero todas las imágenes que conservo se me desvanecen en la memoria sin saber cierto que lograse componer algo. Era inevitable encontrar referencias hacia la guerra civil.
Empecé a escribir la dedicatoria junto con la anterior, a la que di prioridad por ser la primera y disponer del esbozo; en febrero de 2011 surge la variación de Muerte de Antoñito el Camborio, los dos versos finales son de dicho poema. Después hago mención a una pieza teatral del mismo autor. La ciudad de La Alambra fue en ocasiones parada y fonda cuando iba camino del Parque Natural de Cabo de Gata, lugar que viene atrayéndome desde hace bastantes años, y en donde sucedieron los hechos que inspiraron a Lorca en Bodas de sangre.
Proseguí la dedicatoria haciendo referencia a dicho drama. Cuando estuve por primera vez en El Cortijo del Fraile, en 2005, supe que era el lugar de los hechos por un letrero que lo explica, yo lo desconocía, otorgándole al sitio cierta solemnidad grave; anteriormente había visto la obra en el teatro. En marzo de 2011 fui a propósito para completar el episodio dedicado, además de otros recorridos entre Rodalquilar y Níjar, espacio por donde aconteció la tragedia en cuestión; no lo escribí in situ, sino algunos días después en Madrid, por las imágenes que conservaba.
Mientras componía esta dedicatoria surgió inesperado el poema “hubo una guerra de barquitos de papel...” el cual lo identifico con Machado; replanteo el esquema y amplio el elenco de poetas. En los días siguientes ya tengo en mente una serie de autores sobre los que puedo versar. La razón de esta selección la encuentro en parte porque en el colegio aprendí alguna lectura de ellos, otra parte por aprecio, y otra porque en algún episodio de mi vida encontré, indirectamente, relación con su poesía, siendo esto último lo más determinante.
3ª dedicatoria Antonio Machado; recuerdo, sensación y paisaje
Con la llegada de la primavera afronto la tercer dedicatoria, concluidas las dos anteriores; me parece bien empezar con el poema que ya tenía y dejo que todo surja sobre la marcha, como siguiendo su curso natural dentro de la obra, sin incidir mucho en mi biografía, eso pensé. Escribí al principio estando entre Madrid y Almería, lugar este último lejano de los páramos sorianos; solía pasear por una cala apartada para inspirarme, recordando las sensaciones de mis rutas por Soria y también visioné las fotografías que tengo de ello. Me resulta sugerente estar en la playa, pero prefiero escribir en la habitación, sin la incomodidad de los vientos fuertes que trae la mar.
Continué con un texto y poesía en el que recreo ser yo mismo el poeta y hago memoria del pasado, lo vi con naturalidad pero no pensé en mí, sino basándome en la vida de aquel. Dos años después, volviendo a leer ese fragmento una vez terminada la obra y recuperado de la amnesia, comprobé que el episodio tiene más relación conmigo de lo que yo me creía. Algo parecido me sucede en todas las dedicatorias, y puede ser debido al recuerdo nebuloso que conservé esos años, que se despejó al recuperarme.
Comparto con el autor la fascinación por la naturaleza, esto me lleva a elegir el poema Campos de Soria como motivo para la variación. Conocía del paso del poeta por esas tierras, pero ha sido mientras me informaba sobre él cuando comprendí que ello le causó muy honda impresión, no solamente por los paisajes y costumbres, sino por su propia experiencia vital. Realicé nuevos recorridos por carreteras secundarias, para rememorar aquella escala cromática que el autor refleja en sus versos, y que pude apreciar desde la primera vez que pasé por tales lugares. Posteriormente vivió en Segovia; yo frecuento un pueblo de la provincia, se trata de asuntos indirectos mi coincidencia con el autor.
Estos paisajes despoblados, lo cual hace que la naturaleza cobre mayor vigor, causan fuerte impacto al observador; la propia orografía queda en segundo plano, como simple escenario de la acción principal: la existencia del ser en su valor emocional y espiritual. Tales parajes encajan con la búsqueda interior que yo pudiera sentir, y me acercan a la poesía que Machado escribió.
Han sido varias las visitas que anteriormente realicé a la provincia de Soria, la mayoría en moto, algunas veces solo y otras con compañeros de ruta que igualmente celebraban el viaje, aunque estos movidos más por la excursión en si. Estos campos invitan al recogimiento pero hace falta captarle el sentido, deteniéndose, y debo confesar que no tuve en mente tanto la poesía intrínseca, sino el sentimiento contemplativo mientras conducía.
Volviendo al escrito, surgió un párrafo “la luz del Sol reflejada en la Luna...” que me parecía más propio de la siguiente dedicatoria.
4ª dedicatoria Gustavo Adolfo Bécquer; leyenda, carta y rima
Estando en la costa, justo el día después de terminar la anterior dedicatoria, en la primavera de 2011, comienzo esta con el relato inspirado en la leyenda del Moncayo. Aunque lo narro como si fuera el presente, se trata de la recreación de mi primer visita de hacía cinco lustros atrás, mi edad oscilaría entre 22 y 26 años, y ya sabía de las Rimas y Leyendas del autor, que fue lo que me impulsó a conocer la zona y pretendía descubrir el misterio: absorto en ello se me hizo tarde en plena montaña, no hacía buen tiempo y no iba bien equipado para acampar, y anocheciendo hallé posada en una población pequeña, no creo que estuviese muy lejos el Valle de Veruela, lugar donde residió el autor un breve tiempo. No encuentro apuntes escritos de aquello, tampoco fotos, y puede que en vez de en moto viajase en un todo-terreno; lo del hostal del señor mayor si no fue en esa primer ocasión, fue en la segunda varios meses después, se pierde mi recuerdo.
Continúo la obra en plan autobiográfico pero ahora a modo de Cartas desde mi celda, buscando el estilo de forma intuitiva. Intercalo la variación de la rima 31 (XXV según otra numeración) en dicha carta. El poema original trata de tres resoluciones diferentes: el personal-pasado (cuanto poseo) en la primer estrofa, el social-presente (cuanto deseo) en la segunda y el espiritual-futuro (por cuanto espero) en la tercera. Yo lo transcribo en la variación en idealización del amor la primera, experiencia la segunda, y entrega en cuerpo y alma la tercera. Tardé en componerlo, en realidad fueron solamente tres veladas (una por estrofa), pero separadas por muchos días entre ellas, además la tercera se quedó inconclusa hasta que retomé la obra casi dos años después, y me sucedió la anécdota de creer en un primer momento que una de las estrofas del original era mía, por el jaleo de apuntes en hojas diversas.
En esta segunda etapa de composición de la obra me apeteció escuchar los Nocturnos para ambientarme de aire romántico, y llevaba ese disco en el coche durante el nuevo viaje que hice por la zona del Moncayo para la ocasión; durante la anterior etapa no había profundizado sobre Bécquer, y estaba escribiendo según me venía. Entonces fui a la biblioteca para saber de su biografía y analizar más su obra; encontré que él admiraba a Chopin, por lo que acerté eligiendo esa música. En Cartas desde mi celda comienza cada una con la expresión “queridos amigos”, la cual añadí a mi breve relato autobiográfico que ya tenía empezado.
También vi lo siguiente en Cartas literarias a una mujer: “Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son”.
Para componer necesito sentirme en disposición; dicen algunos que ser poeta es ser vago, pero algo se oculta en esa inactividad que puedo asegurar no es tal, acaso la apariencia de no hacer nada. Luego hace falta atmósfera propicia, o que desaparezcan influjos negativos que impiden la inspiración. Si además le sumamos responsabilidades que dispersan la atención, acoso organizado y otra clase de problemas que impiden mantener la concentración necesaria, “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”.